En su primera gira al exterior, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva plasmó esta semana la “vuelta de Brasil al mundo” e impulsó a su país como una potencia constructiva y mediadora tanto a nivel regional como global, una estrategia que rompe con los años de aislamiento de su predecesor, Jair Bolsonaro.
El cambio de voluntad política quedó reflejado en las visitas a Argentina y Uruguay -dos socios estratégicos pero enfrentados por sus miradas divergentes sobre el Mercosur- y en la participación en Buenos Aires de la VII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), un foro que Bolsonaro había abandonado hace tres años.
“Regresé a la presidencia no solo para solucionar los problemas del pueblo brasileño. Regresé porque creo en el multilateralismo y quiero fortalecer el Mercosur, la Unasur, la Celac, y quiero luchar por una nueva gobernanza mundial”, dijo Lula el miércoles al concluir su viaje en Montevideo.
“La vuelta de Brasil al mundo” fue una de las frases más repetidas por el mandatario a lo largo de su gira de cuatro días, un claro contraste con el Gobierno de Bolsonaro, quien despreció a los organismos internacionales y priorizó las alianzas ideológicas, en especial con el Estados Unidos de Donald Trump.
“Lula claramente quiere mostrar y encarnar la vuelta de Brasil a la región y jugar un rol clave en la arquitectura latinoamericana”, dijo a Télam Juan Negri, director de Ciencia Política y de Estudios Internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella.
Para el analista, este primer viaje del presidente brasileño, que asumió el 1 de enero, demostró su intención de perfilarse como una “potencia regional constructiva”, una “locomotora” que integre a la región hacia un lugar más productivo.
En Argentina, Lula y su par Alberto Fernández anunciaron una ambiciosa agenda de integración financiera, energética y tecnológica, que incluye un proyecto de moneda común para las transacciones bilaterales.
Sin embargo, la visita a Buenos Aires no solo le permitió relanzar las relaciones con uno de sus principales socios comerciales, sino también con el resto de la región, agrupada en la Celac, y con otros líderes internacionales invitados al evento.
Además de participar en el foro, el gobernante aprovechó la cumbre para reunirse con el director de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu; el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; la primera ministra de Barbados, Mia Mottley; y su homólogo cubano, Miguel Díaz-Canel.
También su canciller, Mauro Vieira, mantuvo encuentros con sus pares de México, Paraguay, Chile, Perú y Venezuela; con el secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) y con el premier de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, quien asumió la presidencia pro témpore de la Celac al concluir la cumbre.
Estas citas tuvieron como objetivo la “normalización” de los vínculos bilaterales -principalmente con La Habana y Caracas, marginadas por Bolsonaro-, además de abordar la lucha contra el hambre, la crisis climática y la gobernanza global, explicó a la prensa el asesor jefe de la Presidencia, Celso Amorim.
“La vuelta de Brasil fue festejada por todos, no desde lo personal, sino como Brasil”, dijo el principal consejero internacional de Lula, quien señaló que su país es “un factor de equilibrio”.
En Uruguay, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) se alzó como un mediador pragmático en la crisis del Mercosur, que atraviesa fuertes divisiones internas por la voluntad del presidente uruguayo Luis Lacalle Pou de impulsar acuerdos bilaterales con China.
Lula, cuyo país asumirá la presidencia del bloque comercial a mediados de año, calificó “más que justos” los reclamos de su par uruguayo y juntos anunciaron la creación de una comisión técnica bilateral para analizar el tema.
No obstante, el mandatario advirtió que antes que eso “es urgente y necesario” que el bloque firme el acuerdo con la Unión Europea (UE), que fue aprobado en 2019 tras 20 años de negociaciones, pero se vio torpedeado por las críticas de los países europeos a la gestión ambiental de Bolsonaro.
“Vamos a intensificar las conversaciones y firmar ese acuerdo para que podamos discutir enseguida un acuerdo entre China y Mercosur, y yo creo que es posible”, defendió.
Estos esfuerzos se vieron plasmados durante la reunión bilateral que tuvo en la capital argentina con Michel y también en la mantenida esta semana por su vicepresidente, Geraldo Alckmin, y el vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea, Frans Timmermans, en Brasilia.
“Estamos muy cerca de la firma”, admitió Michel a un grupo de periodistas, entre ellos Télam, y destacó la “claridad” que brinda la presencia de Lula en el Gobierno brasileño frente a los dilemas que había planteado la gestión de Bolsonaro.
La concreción del acuerdo será abordada el lunes durante la visita a Brasil del canciller alemán, Olaf Scholz, y probablemente se profundice en abril próximo, cuando Lula viaje a Portugal y, quizás, otros países europeos.
Según Negri, este nuevo liderazgo brasileño podría jugar en el largo plazo un rol clave en la coordinación de voluntades de una región “muy fragmentada”, que a su juicio tiene multiplicidad de organismos y actores erosionados, con poca capacidad de acción y deteriorados en su credibilidad interna y externa.
“Si tuviese éxito, Brasil podría ayudar a que la región pueda coordinar respuestas a algunos problemas puntuales y darle importancia a las organizaciones latinoamericanas que son un poco cáscaras vacías”, sostuvo el especialista, que destacó la voluntad del gigante sudamericano en alzarse como actor emergente en el escenario global.
Una ambición que Lula perseguirá el próximo 10 febrero en Estados Unidos, donde será recibido por su par estadounidense Joe Biden, y en marzo durante una visita a la China de Xi Jinping.
Beijing es el mayor socio comercial brasileño, mientras que Washington es el segundo.
“Vamos a hacer que Brasil vuelva a ser protagonista internacional otra vez y sea respetado”, dijo el líder del PT tras anunciar estos viajes.
Al buscar relaciones productivas y pragmáticas con ambas naciones, que actualmente luchan por la influencia política, económica y militar en varias regiones del planeta, Brasil intenta recuperar su rol de mediador entre las potencias globales, atraídas tanto por su interés geopolítico como por su mercado.
“Con Lula se vuelve al Brasil de fines de los 90, la potencia regional que tiene un rol medio entre las potencias globales. No está alineada directamente con ninguna, sino que trata de ser un actor que tercie entre ellas”, afirmó Negri, que contrastó esta “mirada más equilibrada” con el “proestadounidismo exagerado” de Bolsonaro.
Esta apuesta se presenta determinante en un año en que Brasil asumirá la presidencia temporal del G20, el foro que reúne a las mayores economías del mundo, así la como del grupo de emergentes Brics, que integra junto a Rusia, India, China y Sudáfrica.
(Por Marianela Mayer)
Fuente Télam