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“Cómo escribir un microrrelato”, un ensayo de Ana María Shua sobre un arte que se puede aprender

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La escritora argentina Ana María Shua ofrece en “Cómo escribir un microrrelato” reflexiones sobre el formato, una amplia bibliografía de escritores de este género breve, consejos de escritura y ejercicios para animar al público a decir mucho con pocas palabras porque, según dice la autora, “lo chiquito no quita lo valiente”.

Shua (Buenos Aires, 1951) comenzó en el mundo de la escritura a los 16 años con el poemario “El sol y yo” para después abocarse a la narrativa. Y aunque podría parecer que ese pasaje fue fácil porque en 1980 ganó con la novela “Soy paciente” el premio de la editorial Losada, luego fue reconocida con “El libro de los recuerdos” con la Beca Guggenheim y “La muerte como efecto secundario” resultó ganadora del Premio Club de los XIII y Premio Ciudad de Buenos Aires en novela, en diálogo con Télam asegura que se trató de “un esfuerzo tremendo”. 

“Me llevó muchísimos años. No se nota porque empecé joven, pero aprender a narrar fue un proceso lento y penoso”, revela la autora de los cuentos reunidos en “Que tengas una vida interesante”, publicado por Emecé.

Pese a que considera que la poesía y el microrrelato “tienen muchos elementos en común”, en su caso, se trató de un modo de narrar que funcionó bien. “Empecé a escribir microrrelatos casi al mismo tiempo que escribía mis primeros cuentos”, explica sobre un recorrido en el género que la vio publicar “La sueñera”, “Casa de Geishas”, “Botánica del Caos”, “Temporada de Fantasmas” (reunidos en el volumen Cazadores de Letras) y “Fenómenos de circo”. 

¿Cómo se escribe un microrrelato?¿Es una cuestión únicamente de brevedad?¿Qué fronteras comparte con la poesía y el cuento? En “Cómo escribir un microrrelato” (editado primero en España donde se vende muy bien y a partir de junio en Argentina por la editorial Siglo XXI), Shua se da el gusto -según cuenta- de “rebatir muchos conceptos equivocados”. Por ejemplo: “Esa extraña idea de que un microrrelato es mejor cuanto más breve, o que un microrrelato podría compararse con un tuit…”, explica la escritora, galardonada en 2016 con el Premio Internacional Arreola de Minificción en México.

La técnica del microrrelato que presenta Shua se aleja de las fórmulas universales y las instrucciones rigurosas para explicar con frescura y contundencia de qué se trata “tallar” el diamante del microrrelato y la “exploración minera” que se necesita para comenzar su escritura. En este ensayo la autora de “Hija” indaga en el debate sobre los orígenes del microrrelato, recomienda autores y autoras, brinda ejemplos mientras cuenta su propia experiencia y hasta propone ejercicios para descubrir el género de la mejor manera: con lecturas y escritura.

-Télam: Escribís en el libro que “de la literatura debemos exigir más que ideas brillantes o puro ingenio”? ¿Qué es menester pedirle al ejercicio literario?

-Ana María Shua: ¡Ah, es tan difícil de explicar! Hace años di un taller en una universidad de Estados Unidos. Había solo dos alumnos hispanohablantes y al principio cuando leía sus tareas sentía una especie de alivio porque salía de esa especie de castellano macarrónico que escribían los demás. Pero pronto me di cuenta de que había otros, con mucho menos dominio de la lengua, que escribían mejor. Sus textos, a pesar de estar mal escritos, eran literatura. Así como no alcanza con el dominio de la lengua, tampoco es suficiente el ingenio o las buenas ideas. Lo que queremos de la literatura es que nos perturbe, que nos sacuda, que nos cambie, queremos que al salir de un libro no seamos exactamente la misma persona que entró. Profundidad, delirio, alucinación, realismo brutal, indignación, alegría, todo eso quisiera de la literatura. Quisiera leer una historia contada como jamás fue contada antes.

-T: También planteás que “La literatura es una y es única”, ¿cómo relacionas esta idea con las disputas en torno al origen del microrrelato, sobre si viene de Europa o si es latinoamericano?

-A.M.S: La literatura es una y única y los escritores somos sus profetas. Eso no significa que las corrientes literarias no puedan nacer aquí o allá. Los escritores y los lectores nos limitamos a disfrutar lo que nos da placer, pero el trabajo de los críticos es ordenar, analizar y clasificar y para ellos es importantísimo determinar si el microrrelato nació en América o en España. Puedo entenderlo, pero para mí el mejor y más grande microrrelatista del siglo XX no es ni latinoamericano ni español, es Kafka.

-T: Contás que Internet tuvo un rol importante en la difusión de microrrelatos. ¿Pensás que hay diferencias en las maneras de leer microrrelato desde las plataformas con respecto a los formatos físicos?

-A.M.S: El formato del microrrelato se adapta maravillosamente a la pantalla. Mientras que leer una novela en pantalla puede ser un fastidio (por suerte la mayor parte de los jóvenes sigue prefiriendo el papel), un microrrelato es perfecta y agradablemente legible. Esa es su gloria y su desdicha, ayudó muchísimo a su difusión pero claro, como es tan fácil encontrar y leer microrrelatos en internet, muchos lectores se deben preguntar para qué comprar un libro…

-T: Hay una idea en tu libro que para escribir hay que ser pacientes y trabajar con perseverancia. ¿Creés que en estos tiempos de inmediatez puede haber dificultades a la hora de abordar la escritura de un microrrelato?

-A.M.S: Los tiempos pueden ser de inmediatez, pero cualquier escritor sabe que la paciencia, la disciplina, la perseverancia, son esenciales a la hora de producir un texto que valga la pena, aunque después se lea en un ratito. No importa el género, la buena literatura es lenta. Un microrrelato puede aparecer de golpe, como una estrella en el cielo nocturno, perfecto y terminado, o puede tardar meses y hasta años en adquirir su forma final. Un libro entero de microrrelatos no me lleva ni más ni menos tiempo que una novela o un libro de cuentos.

-T: Un consejo que das en el libro para quienes quieran escribir microrrelato es tratar de no empezar por el tema porque puede resultar paralizante. ¿A qué pensás que se debe esto?

-A.M.S: Ah, caramba, no lo recordaba así. En realidad, creo que no hay ningún problema en empezar por el tema, de hecho a mí a veces me ayuda. Lo difícil es elegir el tema. Cuando uno empieza, cree que va a poder escribirlo todo. Con el tiempo va tomando conciencia de lo pequeño que es su mundo…Los temas no se eligen, nos eligen a nosotros.

-T: Otro de los consejos que aparece es la lectura y la relectura de microrrelatos. ¿De qué manera ayuda en la escritura el hecho de repasar microrrelatos?

-A.M.S: Los libros nacen de otros libros. Un escritor es antes que nada un gran lector “¡Dime lo que lees y te diré lo que escribes!”. Ir una y otra vez a los grandes maestros, a los clásicos del género, como Kafka, Borges, Monterroso, Arreola, Calvino, Micheaux, siempre sirve para cargar las pilas, para recordar de qué se trataba en realidad el microrrelato, la literatura.

-T: ¿De qué manera pueden los sueños ser materia de los microrrelatos?¿Y, a su vez, qué dificultades hay en tomarlos como fuente de inspiración?

-A.M.S: Narrar un sueño es un desafío fascinante, que se relaciona con la poesía, porque, ¿acaso es posible transformar un sueño en palabras? Y la poesía es, precisamente, aquello a lo que tratamos de acercarnos con la palabra, cuando en realidad no hay palabras que logren transmitirlo. Es tratar de decir lo que no se puede decir. Acaso se le puede encontrar a un sueño un desarrollo lógico, convertirlo en una historia para ser contada? Sí y no, siempre lo vamos a estar traicionando. Los sueños son materia literaria por excelencia, en cuentos, micros y novelas. Me gusta mucho trabajar con los sueños en el breve espacio de una página.

-T: Los refranes, los dichos populares, algunos versos de canciones y citas breves de libros suelen ser memorables o fáciles de memorizar. ¿Cómo dialogan estos textos con los microrrelatos?¿Hay una intención de eternidad, o de que las ideas perduren durante mucho tiempo, en la escritura de microrrelatos?

-A.M.S: El microrrelato trabaja a veces con los conocimientos del lector. Todo lo que el lector sabe, que siempre es mucho más de lo que cree saber. Eso incluye refranes, lugares comunes de la cultura, temas bíblicos, mitología grecorromana, cuentos populares, canciones y, en fin, todos los materiales, herramientas y monumentos que arrastra el lenguaje en su corriente incesante. Si vamos a jugar con otro final del cuento de Caperucita, por ejemplo, no hace falta contarle al lector quién era el lobo y qué papel jugaba la abuelita. Eso nos ayuda mucho a construir la brevedad. Pero todo artista sueña con la eternidad, por supuesto. Tanto Picasso cuando pintó el inmenso Guernica como Da Vinci, cuando pintó ese cuadrito pequeño y modesto que es La Gioconda. ¡Lo chiquito no quita lo valiente!

Fuente Tèlam

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