Por el Dr. Gabriel Arcidiacono, (MN 117.135), jefe de Toxicología Clínica del Hospital de Clínicas de la UBA.
Con la llegada del frío suelen reforzarse las campañas para concientizar sobre las intoxicaciones por monóxido de carbono. Sin embargo, las cifras de personas afectadas y fallecimientos por este motivo no ceden en gran medida porque esta problemática aparece “disfrazada” de otra o se subestima.
La intoxicación por monóxido de carbono es una problemática que afecta a 40.000 personas por año a escala nacional, de las cuales mueren doscientas. Las causas se mantienen: el uso de braseros o salamandras para calefaccionar ambientes sin ventilación, y el mal estado de estufas y calefones en los hogares.
El monóxido de carbono es difícil de percibir. Es invisible, insípido e inodoro -a diferencia del gas de cocina, no tiene aditivos para que uno detecte su presencia- y, como todo gas, necesita estar en un ambiente cerrado para generar “concentraciones” tóxicas. Es muy liviano, por lo que puede pasar de un piso al otro inclusive por lo que la fuente de monóxido de carbono puede no estar en la misma habitación donde se encuentran las personas afectadas.
A esto se suma que generalmente se cierran las ventanas en los días fríos, ventosos y con lluvia, momentos en los que suelen darse picos de consultas por intoxicación por monóxido. A este mal hábito se suma que, cuando hay cortes de luz, se usan generadores eléctricos, que emplean algún tipo de combustible, y una proporción significativa de personas no quiere dejarlos al aire libre por seguridad sino dentro del hogar, arriesgándose a intoxicarse.
Lo más peligroso es que este tipo de intoxicación aparece muchas veces “disfrazada”. Es decir, si uno no la sospecha, puede mimetizarse con otras enfermedades, tales como un cuadro gripal. O también es frecuente que se confunda con una intoxicación alimentaria en un grupo de personas que comieron juntas en un mismo ambiente y empiezan con náuseas y vómitos.
Las manifestaciones se van agravando al permanecer en el mismo ambiente. El dolor de cabeza es típico. Lo más grave puede ser la pérdida de conocimiento, convulsiones, arritmias cardíacas, coma y muerte.
Los más susceptibles a la intoxicación son los bebés, niños, la gente mayor, las personas con comorbilidades -enfermedades crónicas- y las embarazadas -por el efecto tóxico en el feto-. Los más chicos pueden tener síntomas más graves aún. Las mascotas también pueden tener manifestaciones, inclusive antes que los seres humanos. Hay personas que muestran más síntomas que otras. Muchas veces son quienes hacen la consulta médica, mientras que quienes quedan en el mismo ambiente pero inicialmente no presentan manifestaciones terminan intoxicándose.
Por todo ello, resulta clave sospechar que los síntomas se deben al monóxido de carbono, salir del ambiente, sacar a todos los que se encuentran allí aunque no presenten ningún síntoma y consultar en los centros de salud más cercanos al domicilio.
Hay personas que retiran al familiar con pérdida de conocimiento o convulsiones, notan la mejoría de los síntomas y deciden no consultar, lo cual es un error. De la misma manera, deben protegerse las personas que están cerca: puede suceder que el aparato que funciona mal y genera monóxido de carbono esté en un ambiente y se intoxiquen las personas que se encuentran por arriba de él -en pisos superiores-.
Asimismo, es imperioso el tratamiento lo antes posible. La administración de oxígeno en el centro de salud es muy importante para que no se presenten futuras secuelas por la intoxicación.
Para prevenirla es necesario controlar periódicamente los aparatos del hogar que consumen algún tipo de combustible, evitar el uso de braseros o salamandras en lugares cerrados, mantener ventilados los ambientes calefaccionados. Y, ante la mínima sospecha de intoxicación, consultar en un centro de salud.