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Kuschevatzky: “El cine es como el fútbol, tenés que ganar partidos pero también campeonatos”

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 Luego de la experiencia que significó participar con “Argentina, 1985” en los premios Oscar, Axel Kuschevatzky habló hoy con Télam en Madrid, en donde acompaña al filme de Santiago Mitre en los Premios Platino -que se entregan esta noche- sobre las oportunidades que se abrieron al formar parte de la lista que compitió en el Oscar por la estatuilla a la Mejor Película Internacional.

Periodista, conductor, productor y rabioso cinéfilo, Kuschevatzky ha recorrido buena parte de los estamentos de la industria del cine hasta fundar su propia productora, Infinity Hill, junto a Cindy Teperman y Phin Glynn, y a la hora de hablar de su trabajo es preciso en sus respuestas, pero también se extiende cuando se refiere a las figuras que lo formaron y que ahora son sus pares en la ciudad de Los Ángeles, en donde reside desde hace tres años.

“Hay una sensación de final de ruta pero que sin embargo es muy agradable”, cuenta a esta agencia el productor en el hotel InterContinental Madrid, ubicado en el coqueto Paseo de La Castellana, sobre los Premios Platino en los que “Argentina, 1985”, con 14 nominaciones, es la gran favorita para alzarse con el lauro a la Mejor Película Iberoamericana de Ficción.

Kuschevatzky, que como productor ganó un Oscar con “El secreto de sus ojos”, y también aspiró a ese premio con “Relatos salvajes” y con la película protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, afirma que “durante un período corto de tiempo los que hicieron la película se vuelven objetos del deseo”, sin embargo enseguida relativiza: “Pero dura un poquito, es como una medalla que te dan por unos meses y después te la sacan”.

Télam: Después de tanto reconocimiento para “Argentina, 1985”, ¿Cómo tomás las 14 nominaciones que tiene la película en los Premios Platino?

Axel Kuschevatzky: Por una cuestión de temporalidad los Platino terminan siendo los últimos premios de la carrera de buena parte de las películas iberoamericanas, así que hay una sensación de final de ruta pero que sin embargo es muy agradable, por la cantidad de nominaciones que son un récord histórico. En el fondo lo lindo es que habla de la permanencia de esta historia que contamos y amplifica lo que salimos a buscar, que fue que la gente recordara y discutiese.

T: ¿Qué cambió en tu carrera a partir de que la película compitió en los Oscar?

AK: Cuando una película como “Argentina, 1985” hace este camino, finalmente todo se amplifica, tanto los festivales como las premiaciones en general, tienen ese poder de generar un mayor alcance para la película e, inmediatamente, durante un período corto de tiempo los que hicieron esa película se vuelven objetos del deseo, pero dura un poquito, es como una medalla que te dan por unos meses y después te la sacan. Lo que me pasa a mí como productor es que tratás de capitalizar este viento de cola, porque una nominación al Oscar o haber ganado un Golden Globe te abre un montón de puertas y el resultado de eso es que empezás a ser parte de otras conversaciones.

Pero el cine es como el fútbol, tenés que ganar partidos pero también campeonatos; si vos tenés una nominación y pasan dos años y no generás nada, es lo mismo que no haberlo hecho.

T: ¿Y cuánto dura el envión y a qué conversaciones tenés acceso?

AK: Lo que empieza a pasar es que las plataformas y los estudios dicen, “ok, acá hay un jugador más, alguien con el que podemos sentarnos y existe la posibilidad de hacer cosas”; eso te genera una cantidad de herramientas y espacios a los que antes no accedías. En cuanto a mi productora, Infinity Hill, tenemos la posibilidad de contar más historias con gente diferente, y en lo personal me permite estar sentado con la gente que admiré toda la vida, en donde te hacen sentir que sos un igual aunque que vos sabés que no sos un igual.

Todo este período me permitió ir a la casa de gente que admiro, que hizo las películas por las que probablemente yo me dediqué a esto. La persona por la cual me convertí en productor es Roger Corman, probablemente el cineasta más importante de los últimos 70 años, formó a toda una generación que él fue descubriendo y les dijo que se podía hacer películas por fuera del formato tradicional. Corman descubrió a Francis Coppola, a Martin Scorsese, le dio su primer trabajo a James Cameron, esencialmente es el que permitió que después existiesen películas como “El padrino” o “Taxi Driver”. Cuento todo esto porque cuando recibí un mail en donde nos invitaba a cenar a su casa, para mí fue como recibir un mensaje de Messi. Cuando me senté con él y me dijo “qué buena es ‘Argentina, 1985′”, me costó mucho no ponerme a llorar.

T: ¿Ahora notás que hay triunfos y también padecimientos parecidos con los hacedores de películas gigantescas de Hollywood?

AK: No hay películas sin padecimiento y sin miedos. Lo que puedo decir es que con los productores que tengo buena onda, de sentarme a comer con ellos, que hacen películas de 300 millones de dólares y una película nuestra cuesta lo que gastaron ellos en remises, es que en esos momentos empezás a entender que el proceso de armado es el mismo y las angustias y las ansiedades son iguales, aun cuando son tipos que tienen toneladas de recursos y de juguetitos que nosotros no tenemos, pero ellos también tienen miedo de que a sus películas no las vaya a ver nadie.

Y dejame aclarar que hay quienes creen que existe el cine arte y el cine pochoclero y no es así, la gente que labura en el cine no lo mide en esos términos, cada uno hace cosas distintas y ya. Después, claro, hay cosas de especialidad.

T: ¿Y cuál es tu especialidad?

AK: Como Infinity Hill diría que es la diversidad, no desarrollamos proyectos y después vemos quién lo dirige sino que nos gusta trabajar en función de la mirada de los realizadores y somos una herramienta de esa mirada.

T: ¿Viviendo en Los Ángeles qué pudiste ver diferente sobre el funcionamiento de la industria?

AK: Cada decisión de buscar algo nuevo tiene que ver con una crisis. Se ve el movimiento pero no se ve todo lo que precede a ese movimiento que fue la incomodidad, las preguntas sobre si no estaba para buscar en otros lados oportunidades. El día que le dije a mis viejos que nos íbamos a mudar a otro país, es porque hacía tres años que estaba trabajando para eso.

Cuando cambiás de ecosistema, venís preparado en el sentido en el que la crisis te hizo volverte una esponja y trabajar en otra industria era aprender nuevas reglas de juego. Lo primero es que en Los Ángeles la gente es muy pragmática, no pierden el tiempo y las conversaciones duran 10 minutos y todas las cosas se hablan la primera vez que te sentás, luego los anglosajones hablan de los temas incómodos y te dicen “lo que quiero es esto y si no podés busco a otro”, es brutal pero honesto.

T: ¿Estar en la “conversación” implica que lleguen ofrecimientos en conjunto para el equipo de “Argentina, 1985”?

AK: Te puedo decir que la admiración que genera la película la vi muy trasladada a Ricardo (Darín), de una manera en que los argentinos intuimos pero creo que no tenemos plena conciencia, eso es muy notorio. Muy parecido es lo que pasa con Santiago (Mitre), que generó un gran nivel de admiración en todo el mundo, no hay estudio de Hollywood que no se haya sentado a charlar con él.

T: Se puede especular que para el público sos un productor de películas mainstream, pero sin embargo también hacés proyectos más chicos. ¿Cómo compatibilizás los diferentes tipos de proyectos?

AK: Lo primero que tengo que decir es que no existe el cine mainstream y uno independiente. Para mí no hay oposición entre trabajar en una comedia en México protagonizada y dirigida por Rob Schneider y lo que estamos haciendo con Celina Murga en su nueva película protagonizada por Joaquín Furriel y la mexicana Marina de Tavira, donde está como productor ejecutivo Martin Scorsese. Por ahí a los críticos les sirven las etiquetas, pero las película no las necesitan, cada una tiene una búsqueda distinta.

Fuente Télam

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