El rompehielos “Almirante Irízar” completó el relevo de la dotación de la Base Antártica Conjunta San Martín, una de las trece que Argentina opera en su territorio antártico y una de las dos que junto a Belgrano II se ubican al sur del Círculo Polar Antártico.
La compleja operación logística demandó tres días: comenzó el jueves 6, cuando el rompehielos desembarcó en San Martín a la dotación entrante para que colaborase con el personal saliente en las tareas de descarga de insumos y repliegue de deshechos, tarea que debió ser suspendida el viernes por el mal clima en la zona para ser retomada y finalizada en la tarde del sábado 8.
Mientras que los integrantes del “grupo playa”, enfundados en trajes antiexposición, cargaban y descargaban materiales de los botes semirrígidos, los helicópteros debieron aguardar a que terminara de nevar para poder cruzar los tanques de goma con el combustible necesario para completar las reservas de la base.
La visita del rompehielos a San Martín también sirvió para que Enrique Piñeyro, sobrino nieto del general Hernán Pujato que fuese uno de los pioneros antárticos argentinos, pueda ser el primer familiar del fundador de esa base argentina en visitar su sencillo mausoleo.
Los integrantes de las dotaciones entrante y saliente trabajaron por igual a lo largo de toda la jornada en una operación logística de varios frentes, mientras algunos ayudaban a descargar insumos de los botes, otros iban acercando a la playa las cargas destinadas al rompehielos, y más allá otro grupo se ocupaba de enviar a las cisternas el combustible que traían los helicópteros.
En tanto, dentro del Laboratorio Antártico Multidisciplinario en base San Martín (Lasan), administrado por el Instituto Antártico Argentino (DNA-IAA, Cancillería), el personal científico saliente entrenaba a los técnicos entrantes en la operación de los distintos equipos con los que cuenta .
El frenesí del trabajo durante la nevada contrastaba con la placidez con la que los témpanos causados por desprendimientos de un glaciar cercano se iban reuniendo frente a la costa, o con la parsimonia de las focas, que se asoleaban en algunas de las playas del islote sobre el que se emplaza la base.
El jefe de la dotación entrante es el mayor del Ejército Argentino, Mauro David Figueroa Morales, oriundo de la localidad sanjuanina de Rivadavia que vive en la Ciudad de Buenos Aires junto a su esposa, un hijo de 18 que estudia administración, un hijo de 16 que busca seguir la carrera militar de su padre y de su abuelo, y la más pequeña de 7.
Mientras supervisaba todas las operaciones en la playa, Figueroa Morales afirmó en diálogo con Télam que “los que tenemos esta vocación de servir a la patria decimos que es la Antártida la que lo elige a uno, y esta campaña que está arrancando es mi segundo ‘sí’ a ese llamado; es un enorme orgullo y una responsabilidad máxima que la asumo con el máximo de carácter y actitud porque no hay manera de no comprometerse con esta hermosa misión de sostener nuestra soberanía en este lugar con una dotación compuesta de otras 22 personas que están tan dispuestas como yo a compartir esta experiencia y sostener este legado que se pasa de una dotación a otra año tras año”.
El militar sostuvo: “Nuestra misión más importante es sostener la soberanía nacional y todos los proyectos científicos que aquí se desarrollan. Las 23 personas que pasaremos todo el año acá somos todos especialistas, cada quien en un área, e indispensables para lo que vendrá: el mecánico que mantiene las usinas que nos dan energía, el carpintero que se ocupa de las reparaciones, quien se ocupa de los víveres, o el personal científico de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) que opera los equipos de los laboratorios y salen a tomar muestras biológicas con nuestro apoyo”.
“Para esta campaña tenemos el desafío de completar la construcción del nuevo laboratorio multidisciplinario que va a complementar al actual Lasan que se encuentra en la parte más antigua de la base y que le va a dar más capacidades y comodidades a los proyectos científicos que se desarrollan en esta base”, destacó.
Figueroa Morales subrayó que: “Llegar acá no es algo que se decida o se haga de la noche a la mañana, todo el personal de cada dotación tiene que pasar por un curso muy riguroso a lo largo de todo el año previo, todos nos hacemos chequeos físicos y psicológicos muy extensos, y hay muchas operaciones logísticas previas que requieren de muchos cálculos sobre las tareas a realizar; además una vez que empieza nuestra invernada también empezamos de alguna manera a invernar para la dotación que viene detrás nuestro, porque vamos registrando y transmitiendo todos aquellos desafíos que surjan y planteen complejidades para que también los tengan en cuenta en su planificación”.
“Sostener la base funcionando a lo largo de todo el año requiere de unos 130.000 litros de combustible para los generadores y para los vehículos, pero uno de nuestros desafíos más grandes es la provisión de agua dulce porque no hay cerca ni un arroyo, ni un lago ni nada parecido; todos los días tenemos que organizarnos para salir a picar hielo para ponerlo cerca de alguna de las fuentes de calor de la base y que se derrita”, detalló.
En ese sentido, enfatizó que “también tenemos que sobreponernos a la soledad que puede sentirse en un lugar tan alejado como este en el que cada uno de los integrantes de la dotación sabe que está lejos de la familia que los espera pero que a la vez están con ellos siempre a través de las comunicaciones satelitales que algunos días funcionan y otras se complican por el clima”.
Respecto del acompañamiento familiar frente al desafío de un año en la Antártida, el militar, visiblemente conmovido, señaló: “Uno lleva esto muy adentro, es algo que pega pero que se lleva adelante porque la familia comparte la felicidad y el esfuerzo que uno hace-. Tengo una familia numerosa y son ellos los que también me impulsan. Cada uno decide cómo pagar esa ‘deuda’ que significa estar vivo, sano y fuerte, algunos le damos el ‘sí’ a la Antártida y después sentimos que ya no le podemos fallar al compañero que está al lado en la misma tarea y a nuestras familias que a veces están tan comprometidas como nosotros o incluso más con esta manera de vivir que elegimos, y son ellos los que nos empujan y nos dan fuerzas”.
“El ‘llamado’ de la Antártida a cada uno le llega de manera particular, en mi caso fue a través de un oficial superior que me dijo que yo tenía todas las condiciones necesarias para esto y me alentó a presentar la nota de pedido; yo ya tenía la aptitud de montaña y esa formación comparte muchos valores con la tarea antártica como el valor del trabajo grupal y la abnegación”, recordó.
“Las palabras no alcanzan para explicar la Antártida, este aire, este frío, aunque te vayas a Ushuaia o a cualquier otro lugar no lo volvés a encontrar más; acá todo se vive con mucha humanidad y respeto por la naturaleza, todos los pactos y acuerdos internacionales sobre protección ambiental no sé en qué otro lugar del mundo funcionan con la misma calidad, detalle y eficacia que en la Antártida”, completó Figueroa Morales.
Dante Müller, un porteño de 39 años que es técnico en electrónica y estudia la carrera de ingeniería en electrónica, es uno de los técnicos que el Instituto Antártico Argentino y la Dirección Nacional del Antártico seleccionaron para operar los equipos del laboratorio de base San Martín.
En diálogo con Télam, Müller afirmó que, “junto con un compañero, vamos a tener la responsabilidad de asegurarnos que todos los datos que se producen a través de los sistemas instalados en el Lasan lleguen hasta los distintos centros de investigación para que los científicos puedan trabajar con ellos”.
“Acá hay equipos que registran datos muy importantes para investigaciones de geodesia o sismología, también hay una estación de enlace para un proyecto de pequeños satélites en cooperación con Alemania, y entre nuestras responsabilidades también está efectuar un censo de aves y recoger muestras de musgos y líquenes cuando llegue el verano para investigaciones botánicas”, añadió.
El técnico contó: “En 2015, me interpeló una nota periodística sobre la búsqueda de personal para hacer ciencia en la Antártida. Fui procesando la idea y siete años más tarde decidí presentar mi postulación. La preparación previa implica varias capacitaciones en las que hay que ir superando distintas etapas además de exámenes técnicos, médicos y psicológicos; después empieza la tarea de poner la cabeza en que uno va a estar un año en un lugar en el que no puede acceder a nada y por lo tanto hay que empezar a elegir que traer y que no”.
“Acá todo te sorprende y todo supera cualquier expectativa previa, desde que me surgió la inquietud yo había estado leyendo y mirando cosas sobre la Antártida y después vino todo el año de preparación previa, pero ninguna preparación que anticipa la magia de navegar estos mares con el rompehielos o de amanecer con estos paisajes”, finalizó Müller.
(Por Julio Mosle. Corresponsalía itinerante Sector Antártico Argentino)
Fuente Télam