Federico Liss y Jorge Eiro son dos de los creadores de “De la mejor manera”, una obra que habla de las tensiones que se desatan entre dos hermanos a partir de la muerte del padre y que ofrece funciones en el emblemático bar Rodney del barrio porteño de Chacarita los sábados y domingos a las 19.30.
Interpretada por Liss y David Rubinstein y escrita y dirigida por Liss, Rubinstein y Eiro, “De la mejor manera” tiene la particularidad de no aceptar los límites de la sala teatral sino de representarse exclusivamente en bares.
El primer esbozo de la obra se conoció en 2018 cuando, como un trabajo en desarrollo, tuvo sus primeras funciones en el bar Santa Paula de Vicente López en el marco del Festival de Teatro en Espacios Inesperados.
“La obra tuvo un largo proceso desde que comenzamos a imaginarla hasta la forma definitiva que tomó en octubre de 2021 cuando la estrenamos en el Rodney”, cuentan Liss y Eiro en charla con Télam sobre el origen de uno de los “imperdibles” de la actual cartelera del teatro independiente.
“Lo primero que apareció fue la idea ‘exterior-noche: unos tipos bajan de una camioneta a los gritos’, y esa fue la premisa para empezar a indagar un universo que se fue revelando de a poco”, cuenta Liss para marcar el origen de una dramaturgia que se escribió en el cuerpo de los actores a partir de una serie de indagaciones en relación con el encuentro entre dos hermanos el día de la muerte del padre en el bar que éste administraba.
“Ese ‘exterior-noche’ -señala Eiro- un poco nos dio el puntapié para poner en tensión el lenguaje teatral y el cinematográfico sin que la obra perdiera teatralidad”.
Télam: De hecho hasta que comienza a desarrollarse la trama fuerte del conflicto entre estos dos hermanos, el espectador asiste antes que nada a una tensión y un clima, por cierto muy emparentados con el cine, con muy poca información de qué está sucediendo.
Federico Liss: Una de las ideas fue que la información fuera llegando muy dosificada y que lo que interesara y capturara fuera otra cosa: una temperatura de actuación, el vínculo entre ellos, esa intensidad que se juega y se transmite, esa latencia de que puede pasar cualquier cosa aunque no sepas qué es lo que está en el fondo.
Jorge Eiro: Hay un teatro que nos interesa en el que la actuación genera todo el tiempo una tensión de algo que sucede por abajo y no te terminás de enterar. Algo que se trabaja en términos de omisión, de tensión, de cosas que trafican una expresividad que en el texto escrito no está, un misterio que atraviesa la textualidad y la rompe.
T: ¿Estos mecanismos aparecieron en el proceso de construcción de la obra?
FL: Por la forma que tuvimos de construir también a nosotros la información nos fue llegando de a poco, porque nosotros nos juntamos y empezamos a actuar sin un texto previo; por ahí había una premisa, que se desarrolla en un bar, que son de una comunidad como si fueran gitanos, que son hermanos y que murió el padre y a partir de ahí empezamos a improvisar y entonces lo que apareció en el cuerpo actuando fue muy diferente de lo que hubiera aparecido si nos hubiéramos sentado a escribir. Hay algo de las miradas, de energías, de silencios que hubiera sido imposible nombrar en un texto, cosas que sucedieron escénicamente en la improvisación y que nosotros reconocimos como interesantes y nos apropiamos de ellas en un momento en que todavía no sabíamos cuál era la trama que sostenía la historia.
JE: De hecho, cuando mostramos por primera vez la obra en 2018 en el bar Santa Paula de Vicente López, donde nos pedían un trabajo en desarrollo y no una obra terminada, todavía no teníamos el desenlace pero ya sabíamos que el mundo que habíamos construido era atractivo; el encuentro de estos dos hermanos era atractivo aun cuando en términos de trama todavía no estaba definido; ahí apareció el nombre de Nancy, eso nos hizo pensar en “La intrusa” de Borges, leímos el cuento, la tensión entre hermanos y buscamos algo más bíblico, en el sentido de algo mítico que no estuviera atravesado por la moral de la época sino más del orden de lo simbólico: dos hermanos, una disputa, un padre y a partir de ahí fue como que volvimos a cocinar el guiso que ya estábamos cocinando pero de otra manera, como algo de revolver abajo, y eso fue muy estimulante.
T: Esta primera presentación embrionaria fue en 2018 y después estrenan bajo la forma definitiva en octubre de 2021.
JE: La pademeia nos vino bien para hacer cuarteles de invierno y volver a pensar algunas cosas. Se dio algo interesante, porque es común que en los procesos de búsqueda aparezca cierta ansiedad de actrices y actores para encontrar respuestas a lo que se va abriendo y estos dos tipos tenían una actitud muy tranqui, “no corramos, sigamos buscando, laboratorio, sigamos afinando el lápiz de la expresión, del tono de esto”, decían y eso, de algún modo, para el que dirige y está creando la obra es una felicidad en la que te querés quedar a vivir.
FL: Pasó que hicimos ese working progress en 2018 en Vicente López, después hicimos unas funciones en El Banderín (Billinghurst y Guardia Vieja), pudimos ir probando con el público los progresos que íbamos haciendo en los ensayos, el material iba creciendo, iba teniendo momentos nuevos y siempre volvía algo que era muy estimulante.
T: Es una obra que no se podría montar en una sala.
JE: La apropiación que hacen del espacio, la dramaturgia de lo sonoro del Rodney, la puerta que no se abre y chilla, algo de todos esos estímulos que se producen en ese lugar concreto terminan armando el relato.
FL:: No es una obra para una sala. Se vuelve muy estimulante tener toda esa realidad a disposición de uno como si fuera una escenografía perfecta. También es muy adrenalínico estar conviviendo con el espacio público, la calle, lo accidental. Durante la representación puede pasar una persona y querer meterse al bar o te habla o para la policía porque hay una camioneta sobre la vereda, eso genera mucha adrenalina porque todo el tiempo mientras se desarrolla la obra convivís con la tensión de que se puede ir de control en cualquier momento.
T: También el espectador está en un sitio particular asistiendo a una representación teatral.
JE: Sí, el espectador está alerta o atento a lo que puede suceder afuera, se genera un espectador menos pasivo, que está alerta a algo inesperado que puede suceder, está un poco más en riesgo y se adhiere al lugar, el momento y sus posibilidades. Otra cosa en relación con el espacio son los silencios que puede haber en la obra entre los dos actores que te permiten como espectador poder fugar la mirada de ellos y mirar algo afuera o del mismo bar, podés perderte mientras estos dos están en silencio o en tensión y ahí es donde este tipo de espacialidades propone otro tipo de teatralidad que no tiene que ver con la teatralidad de la sala.
(Por Pedro Fernández Mouján)
Fuente Télam