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Nació en la Antártida y volvió por primera vez a sus 43 años: “Pude reencontrarme con mi historia”

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Rubén Eduardo De Carli, el tercero de los ocho argentinos que nacieron en la Base Esperanza entre 1978 y 1980, regresó al lugar de su nacimiento por primera vez en 43 años para reencontrarse con sus orígenes. “Me reencontré con mi historia familiar y también conmigo mismo”, enfatiza durante la entrevista que le hizo Télam.

La base Esperanza fue fundada en 1952 con la idea de ser habitada por familias, por lo que su arquitectura dejó de lado los edificios con varios dormitorios para desarrollar un poblado de viviendas en las que cada integrante de la dotación pudiese convivir con su pareja e hijos.

Entre 1978 y 1980, la dictadura decidió impulsar un “gesto” de soberanía antártica y, como consecuencia de esa decisión geopolítica, promovió que algunas de las parejas desplegadas en Esperanza tuviesen hijos allí.

Rubén Eduardo De Carli se convirtió el 21 de septiembre de 1979 en el tercero de los argentinos antárticos. El parto ocurrió en la casa de los médicos en base Esperanza.

“Mis papás se habían casado hacía poco y se postularon para prestar servicio en Base Esperanza, donde sabían que eran destinadas las familias, porque querían estar juntos”, rememora durante la entrevista que mantuvo con Télam. “Mi papá se llama Eduardo Francisco De Carli, tenía 26 años y en aquel tiempo era efectivo del Ejército. Había viajado para montar la estación LRA 36 Radio Arcángel San Gabriel de Radio Nacional. En tanto, mi mamá se llama María Rosario Cúccaro, tenía apenas 22 y fue seleccionada para ejercer como maestra jardinera; ellos llegaron en diciembre de 1978 y yo fui el tercer argentino nacido en la Antártida y el primero en ser concebido acá”.

De Carli señala que “toda la vida” le preguntaron por la Antártida y su condición de argentino antártico. “Yo siempre podía responder lo que me contaron mis padres. Creo que para todos los que pudieron prestar servicio por al menos una campaña en alguna de las bases esto se transforma en una forma de vida”, dice.

“Después de esa campaña en la que yo nací, mis padres se mantuvieron conectados a la Antártida en su actividad laboral y porque muchos amigos y ‘exantárticos’ nos juntábamos a ver fotos y contar historias de la vida en ese territorio”, precisa.

Nacer en la Antártida conllevaba riesgos y desafíos singulares. “Mi nacimiento fue complicado y a mi mamá le habían dicho que yo había nacido muerto. Nací con ocho meses en un parto difícil -recuerda De Carli-. Pero la que ahora es mi madrina es la que se dio cuenta que eso que habían tapado con una sabanita se estaba moviendo y rápidamente me aspiraron mientras asistían a mi mamá y a mí me terminan llamando Rubén por Rubén Pariggi, el médico que intervino en mi alumbramiento”.

“Mi primer DNI expresaba que mi lugar de nacimiento era ‘base Esperanza’, pero ahora dice ‘Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Cuando saqué la cédula de identidad de la Policía Federal -NdR: documento que estuvo vigente en Argentina hasta inicios de 2011- tuve que abreviar (el lugar de nacimiento) porque no me entraba en el formulario”, recuerda De Carli entre risas.

En otro pasaje de su conversación con Télam, reconoce que, “a veces, uno no es consciente de lo que significa haber nacido en la Antártida. Somos apenas ocho (personas) y creo que esa condición conlleva una responsabilidad muy grande. Estamos en contacto entre nosotros de manera esporádica y por estos días estamos armando un grupo de WhatsApp con ganas de volver a juntarnos”.

El actual, añade De Carli, “es un viaje que había sido planificado para permanecer diez días. Terminé quedándome un mes. Estoy muy agradecido porque todos los buenos recuerdos que mis papás me contaban de la Antártida los pude vivir en la misma base Esperanza en la que nací y en la misma casa N° 4 en la que pasé con mis papás mis primeros días de vida”.

“Desde la casa -continúa- logré hacer una videollamada con mi mamá, quien me contó las diferencias entre el mobiliario de la época en la que ella estuvo con mi padre y el que hay ahora. Lo que me puso la piel de gallina fue entrar al museo de base Esperanza y encontrarme con la misma incubadora en la que pasé mis primeros días y los equipos con los que fui cuidado”.

“Me reencontré con mi historia familiar originaria y también conmigo mismo”, enfatiza.

De Carli es licenciado en biología, trabaja en un laboratorio y da clases en una escuela secundaria y un instituto terciario, convive con su pareja Carolina junto a una hija de ella y otra que tienen en común.

“Las tres están fascinadas con todo lo que está aconteciendo en la Antártida, con las imágenes que les envío desde acá y con las historias que les cuentan mis papás, que les encantan -revela-. Hacía tiempo que venía buscando esta posibilidad y, ahora, cuando me ofrecieron extenderla unos días, no lo dudé. Pude completar los trámites para extender la licencia en la escuela a través de internet y en el laboratorio, como trabajo mucho con investigación en la Antártida y conocen de mi historia, me bancaron”.

El 7 de enero de 1978 Emilio Marcos Palma se convirtió en el primer argentino nacido en la Antártida; el 27 de mayo de 1978 fue el turno de Marisa de las Nives Delgado. Ese mismo año, Argentina instaló en base Esperanza el sanatorio Cruz del Sur para facilitar las condiciones sanitarias de los nacimientos.

El 21 de septiembre de 1979 nació De Carli y el 11 de octubre de ese mismo año, Francisco Javier Sosa. Le siguieron: 14 de enero de 1980 Silvina Analía Arnouil, diez días después José Manuel Valladares; y el 4 de febrero Lucas Daniel Posse. Tres años más tarde, el 3 de mayo de 1983, María Sol Cosenza fue la última argentina nacida en la Antártida hasta la actualidad.

Chile desarrolló un programa similar en la “Villa Las Estrellas”, un poblado instalado en cercanías de la base chilena Frei, en el que nacieron tres personas. Ambos países son los únicos en el mundo con presencia antártica que cuentan con ciudadanos nacidos en ese territorio.

(Por Julio Mosle – Corresponsalía itinerante Sector Antártico Argentino)

Fuente Télam

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