La manzana del barrio porteño de San Nicolás, en la que se erigen desde 1745 el monasterio y la iglesia de Santa Catalina, cuenta con un “reconocido valor patrimonial”, por lo que debería evaluarse el desarrollo de un espacio verde en la parcela como una alternativa a la autorización de nuevas construcciones en altura que provoquen una “destrucción irreparable”.
La recomendación forma parte del informe arqueológico elaborado por la investigadora del Conicet Ana Igareta y solicitado por el rector del monasterio y la iglesia, presbítero Gustavo Antico, y de los equipos técnicos frente al proyecto inmobiliario para levantar una torre sobre los terrenos lindantes al sitio histórico donde está el conjunto arquitectónico.
El documento advierte sobre la importancia de la protección de los materiales arqueológicos que podrían permanecer en el lote, así como también subraya que las tareas de excavación para una obra de 20 pisos afectaría “de modo directo el registro de lo que pudiera hallarse enterrado” ya que que allí funcionó un cementerio de la orden religiosa.
La preocupación de la comunidad de Santa Catalina comenzó hace unos años cuando fue anunciada la obra de una torre de 20 pisos en uno de los sectores de la manzana delimitada por la avenida Córdoba y las calles Reconquista, Viamonte y San Martín, donde en la actualidad hay un estacionamiento para vehículos a cielo abierto.
El proyecto, no obstante, quedó paralizado por la pandemia del coronavirus, pero hace pocas semanas, los vecinos observaron que una cuadrilla de operarios realizó un estudio de suelo en el garaje, lo que despertó sospechas que la empresa propietaria del lugar había retomado el impulso para concretar el emprendimiento inmobiliario.
Sin embargo, la firma Nehuente, dueña de la parcela, no confirmó a Télam la intención de avanzar con la torre, así como tampoco respondió ante la consulta sobre la versión, también difundida por los residentes de San Nicolás, que les llegó una oferta monetaria de parte de representantes de otro culto religioso para desprenderse de la parcela.
El informe arqueológico, al que tuvo acceso Télam, precisa que la manzana está en un Área de Protección Histórica 51-Catedral al Norte y advierte que -como tal- es un sector de la Ciudad de Buenos Aires “con reconocido valor patrimonial en función de la presencia de bienes de interés histórico, arquitectónico, arqueológico simbólico o ambiental”.
Recuerda también que tanto la iglesia como el monasterio fueron declarados como Monumento Histórico Nacional, “lo que representa el máximo nivel de reconocimiento patrimonial que existe en el país para ejemplos notables de interés arquitectónico vinculados a episodios relevantes de la historia nacional”.
“El hecho de que el conjunto se encuentre protegido implica que su materialidad debe ser conservada y que solo deben realizarse modificaciones estrictamente necesarias para su mantenimiento a largo plazo, siempre respetando los lineamientos establecidos para este tipo de bienes”, remarca.
Tras lo cual sostiene que “resulta imprescindible que las autoridades responsables de la preservación del patrimonio de la ciudad evalúen la pertinencia de permitir la realización de dicha construcción por encima de otras opciones” en referencia al sector lindante a las construcciones históricas.
En ese sentido, menciona la posibilidad de la transformación del espacio ocupado por el estacionamiento de vehículos en una plaza, tal como fue propuesto ante la Legislatura porteña por la organización Basta de Demoler, dedicada a la preservación del patrimonio urbano.
“El desarrollo de espacios verdes como mecanismo de preservación de monumentos de valor arquitectónico, histórico y simbólico ha sido una estrategia exitosa, no solo porque favorece la conservación de las microcondiciones ambientales que rodean a los edificios, sino porque neutraliza cierto tipo de especulaciones inmobiliarias que suelen llevar a la destrucción de bienes de valor histórico irreparable”, subraya.
También señala que en el sector donde podría levantarse la torre de 20 pisos perteneció a la orden de las Catalinas, conformada por mujeres religiosas, desde mediados del siglo XVIII hasta la década de 1970.
“De acuerdo a la documentación histórica disponible, allí se ubicaron inicialmente su cementerio, el huerto y sucesivas construcciones erigidas y demolidas a través de los siglos, por lo que resulta innegable que las tareas de excavación de la obra afectarían de modo directo el registro arqueológico que pudiera hallarse enterrado”, agrega.
Según la cronología mencionada en el informe, entre 1750 y 1898 fueron solicitadas licencias para el entierro de 43 religiosas, lo que implica “que fueron inhumadas entre los siglos XVIII y XX en la manzana que nos ocupa y solo hay registro de la exhumación y traslado de una de ellas, la madre fundadora del Monasterio”.
“El resto de los esqueletos y de su cristiana sepultura permanecen conservados en su subsuelo, en un sector que no ha sido identificado aún”, sostiene.
(Por Valeria Azerrat)
Fuente Télam