La reciente aprobación del Programa Nacional de Etiquetado de Viviendas (Pronev) se presenta como un importante impulso para la construcción y remodelación de inmuebles con criterios de eficiencia energética y, de ese modo, podrá representar un aporte sustancial tanto para la economía familiar como para la del sector público, además de mejoras en la lucha global contra el cambio climático.
Así lo sostuvo en declaraciones a Télam la arquitecta Silvina López Planté, integrante del Grupo de Instituciones por el Etiquetado Energético de Viviendas, luego de la reciente aprobación del Pronev por medio de la resolución 5/2023 de la Secretaría de Energía.
En la medida que se sumen más provincias a las que ya cuentan con una ley específica (Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza y Tucumán) y crezca el número de profesionales certificados (675 en 14 cursos desde 2017, según informes oficiales) el etiquetado dejará de ser una rareza limitada a pruebas piloto para pasar a ser habitual, “como ya lo es en las inmobiliarias de muchos países europeos”, indicó López Planté.
“El etiquetado es una herramienta que da en forma fácil a un usuario final que quiera comprar, vender o alquilar una información sumamente importante que es la eficiencia energética de esa vivienda”, señaló.
De esa forma, la eficiencia energética pasará a ser una variable para considerar como el precio, la ubicación geográfica o el valor de las expensas, tanto por razones de cuidado del ambiente como por el ahorro que representará el menor consumo para el comprador.
“Va a ser un elemento competitivo”, pronosticó, al tiempo que informó que “en Europa, como está extendido a edificios públicos, se pueden ver las etiquetas en las puertas, pero donde se ve con mayor asiduidad es en las inmobiliarias y deberían verse en el futuro en la Argentina”.
La propia López Planté lo describió en octubre de 2021 en el Primer Congreso Argentino de Etiquetado Energético de Viviendas (Caeev) en base a dos pruebas piloto en dos viviendas de 56 metros cuadrados en Yerba Buena (Tucumán) y San Carlos de Bariloche (Río Negro).
En ambos casos se comparó el consumo energético integrado por calefacción, refrigeración, ACS (Agua Corriente Sanitaria) e iluminación: con una aislación completa, el ahorro en el primer caso llega al 61,7% y en el segundo al 63,4%.
Si además del económico se hace el análisis ecológico, López Planté señaló que en el ejemplo de Yerba Buena se genera un ahorro de 2.143 toneladas de dióxido de carbono (CO2), equivalentes a la plantación de 107 árboles por año, mientras en el de Bariloche el ahorro en CO2 es de 9,651 toneladas (483 árboles por año).
Como la vida útil de una vivienda tiene un promedio de 50 años, el ahorro energético en medio siglo llegaría en ese lapso a 5.354 y 24.150 árboles o, si se prefiere, con menos de 900 casos como el ejemplo de Bariloche, se produciría una absorción de CO2 similar a la de todos los árboles de la ciudad de Buenos Aires.
Las diferencias estriban en las temperaturas promedio en cada caso. “La Argentina es un país con seis zonas climáticas, no podemos tener un mismo valor de rangos para todas las regiones”, acotó López Planté.
A los beneficios en el plano ambiental, se suman los aportados a la economía familiar y a la del sector público, en un contexto marcado desde hace dos décadas por el peso de los subsidios energéticos en el resultado fiscal.
“Con los subsidios, la energía nos pareció barata y aún lo sigue siendo en comparación con otros países, pero ya hay una conciencia de que hay que hacer algo con el ahorro de energía porque se hace sentir en el bolsillo”, sostuvo López Planté, en una explicación que lleva a considerar la ecuación costo-beneficio para abordar la construcción de una vivienda nueva o la remodelación de una existente con criterios de eficiencia energética y el uso de los materiales adecuados.
Al respecto, lamentó el “desconocimiento” de la población en general, ante la creencia de que “la envolvente (materiales aislantes de techos, muros y aberturas) tiene un costo extraordinario, cuando en realidad es ínfimo, del 1% al 3% del costo total de la vivienda”.
Ello lleva a pensar en un recupero “relativamente rápido, dependiendo de la región y del nivel de las tarifas, pero se puede estimar en promedio de tres años”, estimó.
Asimismo, advirtió que “una vivienda con una envolvente eficiente (es decir, con las aislaciones térmicas adecuadas) necesita de menos equipos de calefacción y refrigeración y, a la vez, un uso menor de esos equipos”.
Al respecto, cuestionó los criterios de edificación en los que se puede ver “un aire acondicionado al lado del otro”. “Eso desde ya no es eficiencia energética, pero tampoco es confort, porque si no hay temperatura uniforme se corre el riesgo de saltos térmicos”, aseguró.
El ahorro a escala familiar tiene a su vez una importancia decisiva en el plano de las políticas públicas, si se tiene en cuenta que más del 30% del consumo energético en la Argentina proviene del sector residencial y que los subsidios energéticos fueron el factor determinante del déficit primario de los últimos quince años, con un costo fiscal equivalente a por lo menos 3 puntos del Producto Bruto Interno (PBI).
Desde ese punto de vista, para López Planté el etiquetado “es útil para saber cómo planificar, cómo mejorar el mercado con una reducción del consumo de energía”.
(Por Marcelo Bátiz)
Fuente Télam