Franco Verdoia es el director de “El cielo en una habitación”, un punzante y enrarecido ejercicio reflexivo sobre la finitud, la fragilidad de las certezas y el desamparo, que se acaba de estrenar en Espacio Callejón y cuenta con protagónicos de Nelson Rueda y Eduardo Leyrado, quienes establecen un duelo actoral en el que funcionan como los polos opuestos de una tensión eléctrica sostenida por la incertidumbre.
Escrita por el autor catalán Jan Vilanova Claudín bajo el título “Oscuridad”, es la primera vez que Verdoia lleva un texto ajeno a escena.
“Al principio tenía cierto reparo, me daba cierto pudor meter mano en un material que yo no había concebido, como cierto respeto por la palabra de otro, pero la propuesta de Nelson (Rueda), Edu (Leyrado) y la productora Carla Briasco fue tan amorosa que acepté el desafío que, para mi sorpresa, rápidamente se transformó en una hermosa experiencia de crecimiento y novedad”, cuenta Verdoia en charla con Télam en su luminosa casa de Paternal, días después del estreno de la obra que se puede ver los sábados a las 22 en Espacio Callejón (Humahuaca 3759).
“El cielo en una habitación”, nombre que adoptó la puesta argentina, propone el hipotético encuentro en una oficina de turismo de un remoto pueblo de provincia de un periodista que llegó hasta allí y un empleado municipal, quienes podrían estar asistiendo al fin del mundo y la humanidad en el único lugar de la Tierra que algunas profecían sindican como a salvo de la catástrofe.
Bajo este marco y en este ambiente, el periodista que descree de todo lo que se anuncia y el empleado municipal, de parquedad absoluta y que parece “detonar” cada una de las certezas escépticas de su antagonista, quedan encerrados en la oficina del segundo, acaso por azar, acaso por destino, y enfrentan una singular experiencia que estremecerá a ambos.
“La novedad de tomar un texto ajeno -explica Verdoia- residió en meter mano en el imaginario de otra persona, que implica un gran trabajo de apropiación y entendimiento de su mundo y también poder socavar qué tengo yo para sumarle a eso que el autor vino a contar y desde qué óptica puedo opinar sobre eso que el autor está desplegando”.
Verdoia, que también es realizador cinematográfico (“La chancha”, “Chile 672”) tomó dos referencias del celuloide para poder pensar y construir su puesta a partir del texto de Vilanova Claudín: el filme “Funny Games”, del alemán Michael Haneke, sobre dos jóvenes que irrumpen en la casa de veraneo de una familia acomodada y someten a sus moradores a distintas formas de agresión, y “Melancolía” del danés Lars von Trier, que muestra la mirada de un científico que solo cree en la ciencia ante la certeza de que el mundo va a estallar por la colisión de un planeta contra la Tierra.
“Había algo en esos materiales que me acercaba al mundo de la obra y trabajé con ellos como referencia en un primer acercamiento, y otra cuestión fue me pareció fundamental fue el humor, porque me parece que se trata de un material que si no está filtrado por cierta forma de comicidad resulta muy difícil de digerir”, destacó el director y autor de “Late el corazón de un perro”, que va por la quinta temporada en el mismo teatro y de la que prepara versión cinematográfica,
“‘El cielo en una habitación’ -comenta- es un texto existencialista, que coquetea al principio con cierta zona de comedia hasta que en un momento se empieza a instalar cierta densidad y claustrofobia y quedan estos dos personajes atrapados en un engranaje propio y particular, un poco para poner en evidencia que es la humanidad la que está en una encerrona trágica”.
“No se trata de un material cerrado, ‘El cielo en una habitación’ es una obra que no te deja ninguna certeza, más allá de que en escena hay un final, es una obra existencialista, de cierto corte abstracto, con un lenguaje por momentos absurdo”, agrega Verdoia, que trabaja en la puesta de “Matar a un elefante”, obra propia que tendrá estreno en el Teatro Nacional Cervantes en febrero de 2024 con un elenco de actores cordobeses.
Télam: Bajo ese aliento existencialista y abstracto la obra trasunta actualidad.
Franco Verdoia: Es un material fruto de la pandemia, Jan Vilanova Claudín se vio interpelado por el encierro que vivimos como humanidad y lo que representó el otro como amenaza, el otro como una entidad que puede hacerte daño, por eso en la puesta se apela todo el tiempo al espectador, que queda enmarcado como este fenómeno que está ahí afuera observándonos y con el que hay que mantener cierta distancia y que, pareciera, lentamente se va acercando.
T: Otra vez la pandemia.
FV: El material está invitando a pensar esta cuestión del juego con la otredad como una amenaza, eso me parece que es un coletazo muy palpable de lo que nos tocó vivir como humanidad cuando nos tocó encerrarnos, no podías tocarte ni abrazarte con otro y los más cercanos podían transformarse en peligrosos.
T: De origen catalán, la obra es absolutamente argentina en su lenguaje y no mantiene ningún residuo de un modo de hablar extraño a nuestro oído.
FV: El autor fue muy generoso y entendió que nosotros teníamos que echar mano al material para incorporarlo porque no queríamos poner a los actores a forzar determinado tipo de lenguaje para volverlo atemporal o una suerte de neutro, sino experimentar cómo sería si esto pasara aquí, en este país, a nosotros, cómo hablarían estos personajes sobre lo que está pasando. Ahí hubo mucho trabajo de adaptación y mucho trabajo también con Edu y Nelson para que ellos pudieran convocar la palabra y vieran de qué forma eso que estaba escrito en la forma de hablar española se podía transformar a nuestro modo de hablar. Aún hoy estamos reubicando ciertas palabras que a veces los actores sienten ajenas, trayéndolas a nuestra manera de pensar.
T: De hecho, cuando la obra empieza, uno rápidamente se sitúa en algún pueblo de la provincia de Buenos Aires.
FV: Siempre me hicieron ruido esos materiales de autores norteamericanos que de pronto te hablan de calles como Saint Peter’s Square y ves a un porteño referenciando esa data que le es totalmente extraña. Por el contrario, en este caso trabajamos para que esto se perciba como que está ocurriendo a 100 kilómetros de acá.
T: En algún momento trazaron cierta línea entre la obra y “Esperando a Godot”.
FV: La primera impresión que se me vino cuando leí la obra por primera vez fue “Esperando a Godot”, acaso como un puente que me permitía entender un determinado tipo de teatralidad, después,
al cruzarlo con el cine y ciertos lugares desde donde me siento cómodo para pensar las puestas, aparecieron otras vertientes desde donde contar esa espera, esos peronsajes ahí encerrados, que se tienen a sí mismos y están esperando ese final, hay algo de ese clásico que se puede percibir, si bien son materiales que exploran cuestiones diferentes.
T: Desde el comienzo y hasta su cierre la obra nos sumerge en una tensión entre estos dos personajes de algún modo inasible pero muy potente.
FV: Están la tensión y lo impredecible porque no sabés si esa puerta se va a abrir, en qué se va a transformar, qué va a pasar con esa tijera que manipula el empleado público, dónde va a terminar… todo el tiempo tratamos con Edu y con Nelson de trabajar sobre lo que no se puede predecir y que eso se vuelva desesperante y que la tensión provenga no por una amenaza de una presencia que amedrenta sino desde el no saber qué va a pasar. La obra comienza con un tipo que viene a pedir ayuda y lo que se encuentra es una pared, un tipo que está todo el tiempo invitándolo a una clase de discurso que puede ser enloquecedora.
T: ¿Qué es lo que más te moviliza en las puestas teatrales?
FV: Disfruto mucho desentrañar una puesta para una obra, es como si cada obra ya estuviese en algún lugar y yo tuviese que adivinarla, es lo que más me apasiona de este trabajo, como si hubiera algo que yo tuviese que descubrir, los materiales me incentivan a eso.
Interpetada por Eduardo Leyrado y Nelson Rueda, con diseño de escenografía de Alejandro Goldstein; diseño de luces de Eduardo Safigueroa; vestuario de Jam Monti; asistencia de dirección de Débora Torres, producción general de Carla Briasco, con autoría de Jan Vilanova Claudín y dirección de Franco Verdoia, “El cielo en una habitación” se puede ver los sábados a las 22 en Espacio Callejón.
Fuente Tèlam