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“Hay que abordar cada faceta de la biodiversidad, ninguna es sustituta de la otra”

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Lo afirma la investigadora del CONICET Sandra Díaz, quien a días de la realización de la 15ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre diversidad (COP15) advierte en un editorial publicado en la revista Nature que el plan trazado para conservar la biodiversidad corre el riesgo de verse diluido.

Hace más de una década, gobiernos del mundo se reunieron en la ciudad de Nagoya, prefectura de Aichi (Japón) para delinear el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020, en donde se plantearon los objetivos, conocidos como Metas de Biodiversidad de Aichi, que debían cumplirse para detener la pérdida de la naturaleza y sostener el soporte vital de todas las formas de vida en el planeta.

Ante el fracaso para cumplir con las mencionadas metas, científicos y científicas de todo el mundo recopilaron para mediados del 2021 la base de evidencia de biodiversidad hasta el momento, generando el primer borrador del Marco Global de Biodiversidad (GBF por sus siglas en inglés).

Este borrador, del cual participó Sandra Díaz, investigadora del CONICET en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET-UNC), incorporó la mayoría de los consejos de la comunidad científica para delinear umbrales cuantitativos ambiciosos, como áreas del ecosistema a proteger, el porcentaje de diversidad genética a mantener y las reducciones porcentuales de las tasas generales de extinción, el uso de pesticidas y los subsidios perjudiciales para la biodiversidad.

“Cuando leí el primer borrador del GBF vi una luz de esperanza. Pensé que los miembros de la Convención de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad habían aprendido del fracaso de las metas de Aichi, pero aparecieron los paréntesis. En el mundo de la política, este signo de puntuación marca enmiendas propuestas en que las partes aún no están de acuerdo. Lo que encerraban esos paréntesis a lo largo del texto del GBF condujo a que muchos objetivos y metas propuestas se vieran neutralizados y paralizados. En un documento de 10200 palabras aparecieron unos 900 paréntesis, y de los 22 objetivos, solo 2 están libres de ellos”, comenta Díaz.

Los mencionados umbrales cualitativos sugeridos para un futuro mejor pasaron a integrar los contenidos encerrados entre paréntesis o directamente desaparecieron.  “Celebro que, por ejemplo, se haya tenido en cuenta a la justicia de género, a la que se dedicó una nueva meta sumada a las anteriores, pero no comprendo por qué otros aspectos clave no han sido tratados de igual manera. Por el contrario, se los ha modificado hasta un punto donde son irreconocibles. Por ejemplo, el primer borrador original destacaba que las especies, los ecosistemas, la diversidad genética y la contribución de la naturaleza a las personas necesitaban sus propios resultados específicos y verificables. Ahora eso se ha transformado en un párrafo intrincado pero vago”, afirma la investigadora de CONICET.

Luego de un gran esfuerzo, una propuesta simplificada del Grupo Informal de la Convención de Diversidad Biológica (CBD) sobre el GBF ha reducido a la mitad los paréntesis que considerarán las partes cuando se reúnan en Montreal (Canadá), para la 15ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre diversidad (COP15), que se llevará a cabo del 7 al 19 de diciembre de 2022.

“Necesitamos un texto más fuerte, con menos paréntesis. Algo hemos aprendido desde la primera Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, en donde se llamó la atención sobre el impacto de las actividades humanas en el medio ambiente. Eso sí, un texto fuerte, preciso y ambicioso no garantiza en sí mismo una implementación exitosa, pero un texto débil y vago es un fracaso casi asegurado.”

El Informe de evaluación global sobre biodiversidad y servicios de los ecosistemas de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), que fuera copresidida por la Díaz, fue desarrollado por la comunidad científica en solo tres años, justo a tiempo para la fecha original del COP15 en 2020, conferencia que fue suspendida por la irrupción de la pandemia de COVID19. Cabe destacar que en dicho documento hubo una participación sin precedentes de los pueblos indígenas.

El tiempo que duró la pandemia fue aprovechado por un equipo interdisciplinario de más de sesenta científicos y científicas de biodiversidad de todo el mundo para pulir los objetivos del GBF y crear una serie de recomendaciones específicas basadas en evidencia sobre objetivos, escenarios e implementación

¿Cuáles son esas recomendaciones? Díaz las resume en cinco puntos: “Primero hay que abordar cada faceta de la biodiversidad, ninguna es sustituta de la otra; en segundo lugar, las metas deben ser más ambiciosas, con acciones concretas y recursos suficientes para cumplirlas; tercero, los objetivos necesitan ser precisos, rastreables y coordinados; cuarto, debe integrarse a la naturaleza a todas las decisiones que se toman para los paisajes en los que vivimos y trabajamos todos los días, mucho más allá de las áreas protegidas; y por último, los objetivos deben centrarse en las causas profundas de la pérdida de biodiversidad: las formas en que consumimos, comerciamos y asignamos subsidios, incentivos y salvaguardas.”

Díaz sugiere que para evitar el fracaso “hay que alentar a los gobiernos reunidos en Montreal para que sean valientes, que posean una clara visión de futuro y que abran su corazón, ya que es la única forma de generar un marco de biodiversidad ambicioso y visionario, basado en el conocimiento. La conciencia y la movilización de quienes han elegido a esos gobiernos nunca se ha esparcido tanto, y la evidencia que se les ha entregado nunca ha sido más clara. ¿Si no es ahora, cuándo?”, concluye la investigadora.

Por Alberto Díaz Añel – Área de comunicación IMBIV (CONICET-UNC)

Fuente Conicet

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